domingo, 12 de agosto de 2012


COMENZÓ EL JUICIO POR
EL CRIMEN DE FERREYRA

No se trata de un episodio menor. Por el contrario, es un vivo ejemplo que cuando la justicia investiga de verdad se puede llegar a la detención y enjuiciamiento no sólo de los autores materiales de un crimen sino también de sus instigadores.
Estamos hablando naturalmente del juicio iniciado por el asesinato del militante del PO, Mariano Ferreyra, hecho ocurrido el 20 de octubre de 2010 cuando participaba de una marcha en defensa de trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca.
Por este cruento episodio está siendo juzgado, entre otros, el titular de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, su segundo, Juan Carlos Fernández, además de los miembros de una patota reclutada por el gremio y de seis integrantes de la Policía Federal a quienes se imputa haber liberado la zona para que actuaran con total impunidad.
La investigación que llevaron adelante los fiscales Cristina Camaño y Fernando Fiszer y la jueza Susana Wilma López fue prolija, impecable, consistente y no sólo apuntó a quienes apretaron el gatillo sino también a aquéllos que dieron esa orden.
Hoy podemos afirmar que esa primera etapa fue cumplida con empeño e idoneidad por parte de esos magistrados. Resta ahora saber que pena le cabrá a los acusados o si quedarán en libertad. Esto, por cierto, lo definirá el tribunal que juzga a quienes son señalados como los responsables de la agresión.
En la mayoría de los episodios que tienen estas características y donde están involucrados dirigentes gremiales de peso --devenidos también en empresarios-- e integrantes de una fuerza de seguridad la justicia a veces logra la detención del ejecutor del crimen.
Llegar a quienes lo urdieron es casi una utopía. Cómo probar que alguien pensó en matar a una persona y comenzó a maquinar como hacerlo? Más si ese individuo no estaba en el lugar del hecho ni siquiera en sus inmediaciones. Pues bien, la justicia, prima facie, determinó que hubo comunicaciones telefónicas entre los matones del gremio que atacaron a Ferreyra y a sus compañeros y Pedraza y otros dirigentes que estaban en la sede sindical siguiendo los acontecimientos.
Lo que puso al desnudo el crimen de Ferreyra, de 23 años fue la trama aún no desbaratada entre un sindicalismo corrupto que fue beneficiado por el menemismo a cambio de callar los atropellos que se consumaban contra los trabajadores. La tercerización es una rémora que aún subsiste y que reclama su urgente abolición.--

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