COMENZÓ EL JUICIO POR
EL CRIMEN DE FERREYRA
No se trata de un episodio menor. Por el contrario, es un vivo ejemplo
que cuando la justicia investiga de verdad se puede llegar a la detención y
enjuiciamiento no sólo de los autores materiales de un crimen sino también de
sus instigadores.
Estamos hablando naturalmente del juicio iniciado por el asesinato del
militante del PO, Mariano Ferreyra, hecho ocurrido el 20 de octubre de 2010
cuando participaba de una marcha en defensa de trabajadores tercerizados del
ferrocarril Roca.
Por este cruento episodio está siendo juzgado, entre otros, el titular
de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, su segundo, Juan Carlos Fernández,
además de los miembros de una patota reclutada por el gremio y de seis
integrantes de la Policía Federal a quienes se imputa haber liberado la zona
para que actuaran con total impunidad.
La investigación que llevaron adelante los fiscales Cristina Camaño y
Fernando Fiszer y la jueza Susana Wilma López fue prolija, impecable,
consistente y no sólo apuntó a quienes apretaron el gatillo sino también a
aquéllos que dieron esa orden.
Hoy podemos afirmar que esa primera etapa fue cumplida con empeño e
idoneidad por parte de esos magistrados. Resta ahora saber que pena le cabrá a
los acusados o si quedarán en libertad. Esto, por cierto, lo definirá el
tribunal que juzga a quienes son señalados como los responsables de la
agresión.
En la mayoría de los episodios que tienen estas características y donde
están involucrados dirigentes gremiales de peso --devenidos también en
empresarios-- e integrantes de una fuerza de seguridad la justicia a veces
logra la detención del ejecutor del crimen.
Llegar a quienes lo urdieron es casi una utopía. Cómo probar que alguien
pensó en matar a una persona y comenzó a maquinar como hacerlo? Más si ese
individuo no estaba en el lugar del hecho ni siquiera en sus inmediaciones.
Pues bien, la justicia, prima facie, determinó que hubo comunicaciones
telefónicas entre los matones del gremio que atacaron a Ferreyra y a sus
compañeros y Pedraza y otros dirigentes que estaban en la sede sindical
siguiendo los acontecimientos.
Lo que puso al desnudo el crimen de Ferreyra, de 23 años fue la trama
aún no desbaratada entre un sindicalismo corrupto que fue beneficiado por el
menemismo a cambio de callar los atropellos que se consumaban contra los
trabajadores. La tercerización es una rémora que aún subsiste y que reclama su
urgente abolición.--
No hay comentarios:
Publicar un comentario