UN DEBATE NECESARIO
Por Luis Gramuglia
Cuando la presidenta Cristina Fernández aludió a ese periodismo que, bajo el rótulo de "independiente", pergeña operaciones de prensa estaba instalando una interesante discusión acerca del rol de los medios y particularmente de aquéllos que tienen una posición dominante.
Hay periodistas que, violando elementales concepciones éticas, se transforman --mediante el pago en dinero o en otras mercancías-- en voceros de determinados grupos de poder sin señalar tal pertenencia.
Es decir, hablan o escriben desde una posición pretendidamente neutral sin develarle a quienes reciben su mensaje que lo hacen defendiendo un determinado interés. Y esto no es lícito; es una trampa.
Es importante que quien lee una nota o escucha a un comentarista por radio o TV sepa, de antemano, a que intereses responde, si está ligado a tal o cual empresa.
Entonces, uno tiene en claro que ese mensaje es interesado, que no es objetivo en tanto ese periodista se ha transformado en un portavoz corporativo, en lo que se define como un lobbista.
Lo hemos visto con claridad en el tema Repsol YPF cuando muchos comunicadores hablaban de "confiscación", repudiando la decisión soberana del gobierno y luego aparecía en pantalla el aviso de esa firma. O nos enterábamos que aparecían en la nómina de la empresa como "consultores". Tal fue el caso del ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Un caso verdaderamente impactante ocurrió en el programa de Mariano Grondona y de su adláter cuando ambos elogiaron desmedidamente al Banco Ciudad cuyo presidente, Federico Sturzenegger estaba en el piso.
Esa institución avisa en el espacio grondoniano. A quién se le ocurre que el conductor habrá de cuestionar cualquier política de la misma? El televidente no puede omitir tal relación. De ese modo, sabrá cual es la posición del periodista que entrevista.
Cuando se produjo el conflicto por la 125, tanto "La Nación" como "Clarín" y sus repetidoras se pusieron abiertamente del lado de los productores, pero no avisaron a sus desprevenidos seguidores que ambos son socios en Expoagro, la muestra del campo que tiene lugar en marzo y que, por lo tanto, resultaba imposible que pudieran siquiera
formular la mínima crítica a semejante movida destituyente.
Los periodistas que se comportan de ese modo y que son desnudados ante la opinión púbica, se sienten molestos. Hablan de hostigamiento, de escraches, de falta de libertad de prensa como si alquien les impidiera decir o escribir lo que quieran.
De lo que se trata es que expongan sus vinculaciones con las empresas que les pagan para así saber desde donde hablan, desde donde se expresan, que intereses defienden.
Pero, claro, esto supone ponerse al descubierto, perder, tal vez, ese financiamiento espúreo que se traduce en ingresos importantes.
Hay que dar el debate, buscar el modo de que la ética y la honestidad se constituyan en valores irrenunciables para todos quienes ejercen esta actividad.--
Hay periodistas que, violando elementales concepciones éticas, se transforman --mediante el pago en dinero o en otras mercancías-- en voceros de determinados grupos de poder sin señalar tal pertenencia.
Es decir, hablan o escriben desde una posición pretendidamente neutral sin develarle a quienes reciben su mensaje que lo hacen defendiendo un determinado interés. Y esto no es lícito; es una trampa.
Es importante que quien lee una nota o escucha a un comentarista por radio o TV sepa, de antemano, a que intereses responde, si está ligado a tal o cual empresa.
Entonces, uno tiene en claro que ese mensaje es interesado, que no es objetivo en tanto ese periodista se ha transformado en un portavoz corporativo, en lo que se define como un lobbista.
Lo hemos visto con claridad en el tema Repsol YPF cuando muchos comunicadores hablaban de "confiscación", repudiando la decisión soberana del gobierno y luego aparecía en pantalla el aviso de esa firma. O nos enterábamos que aparecían en la nómina de la empresa como "consultores". Tal fue el caso del ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Un caso verdaderamente impactante ocurrió en el programa de Mariano Grondona y de su adláter cuando ambos elogiaron desmedidamente al Banco Ciudad cuyo presidente, Federico Sturzenegger estaba en el piso.
Esa institución avisa en el espacio grondoniano. A quién se le ocurre que el conductor habrá de cuestionar cualquier política de la misma? El televidente no puede omitir tal relación. De ese modo, sabrá cual es la posición del periodista que entrevista.
Cuando se produjo el conflicto por la 125, tanto "La Nación" como "Clarín" y sus repetidoras se pusieron abiertamente del lado de los productores, pero no avisaron a sus desprevenidos seguidores que ambos son socios en Expoagro, la muestra del campo que tiene lugar en marzo y que, por lo tanto, resultaba imposible que pudieran siquiera
formular la mínima crítica a semejante movida destituyente.
Los periodistas que se comportan de ese modo y que son desnudados ante la opinión púbica, se sienten molestos. Hablan de hostigamiento, de escraches, de falta de libertad de prensa como si alquien les impidiera decir o escribir lo que quieran.
De lo que se trata es que expongan sus vinculaciones con las empresas que les pagan para así saber desde donde hablan, desde donde se expresan, que intereses defienden.
Pero, claro, esto supone ponerse al descubierto, perder, tal vez, ese financiamiento espúreo que se traduce en ingresos importantes.
Hay que dar el debate, buscar el modo de que la ética y la honestidad se constituyan en valores irrenunciables para todos quienes ejercen esta actividad.--
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