LA JUSTICIA AL SERVICIO
DE GRUPOS
MEDIÁTICOS
Dos jueces
--uno de ellos denunciado por haber recibido presuntas "dádivas" de
empresas del Grupo Clarín-- fallaron en favor del mismo prorrogando la cautelar
que, desde hace más de 3 años, impide la plena aplicación de la ley de medios
audiovisuales. Incluso, lo hicieron desoyendo el pronunciamiento, en sentido
contrario, de la Corte Suprema de mayo pasado.
Son los mismos
jueces --María Najurieta y el cuestionado Fernando de las Carreras-- que
convalidaron en 2010 esa cautelar que había dictado el ex juez Edmundo Carbone
también a favor del multimedio.
Una trama que
involucra a miembros del poder Judicial al servicio de un poderoso grupo
empresario.
Mientras tanto,
la oposición política festejó aquel fallo, pero no puso énfasis en reclamar que
se aplique la ley. Se puso del lado del presuntamente más "débil".
Dirigentes de
ese sector se reunieron con periodistas "independientes" y directivos
de la Sociedad Interamericana de Prensa para, con tono dramático, afirmar que
la libertad de expresión prácticamente ha llegado a su fin en la Argentina y
que esa ley lo único que pretende es crear un perverso monopolio estatal.
La SIP, cual
guardia pretoriana, se hizo eco de esa demanda, pese a que sus miembros son
titulares de medios gráficos y no tienen ninguna injerencia en el espectro
audiovisual. Pero no importa. Uno de sus más calificados integrantes, Clarín,
la llamó para que venga a ver "in situ" como esa libertad está siendo
conculcada.
Nadie puede
decir o escribir nada que moleste al gobierno. Esos periodistas sólo se limitan
a leer comunicados oficiales o resaltar los logros del oficialismo. Todos deben
saludar el ingreso de la presidenta cuando llega a la Casa de Gobierno y estar
atentos a cualquier acto que Cristina Fernández protagonice.
No pueden hacer
críticas, ni injuriarla, ni atacarla no solo a ella. Esta restricción incluye a
todos los funcionarios independientemente de su rango.
Uno tiene que comprender
la situación de esos pobres comunicadores, sometidos a semejante humillación.
Esta pequeña
ironía por cierto, no se compadece con la realidad. La libertad de expresión en
la Argentina es IRRESTRICTA, ABSOLUTA. Nadie puede afirmar, con honestidad, que
no puede escribir o decir lo que le plazca aún convirtiendo al periodismo que
ejercen en una verdadera cloaca, haciendo de la actividad un escarnio.
Fue el Grupo
Clarín el que quiso que fueran presos periodistas y funcionarios por
"incitación a la violencia" y "coacción agravada". Tuvo que
retirar la demanda a los primeros por la fuerte reacción social, pero la
mantiene para los representantes del gobierno que deberán cuidarse con lo que
dicen so pena de que se les aplique el Código Penal y vayan a la cárcel.
Estamos en una
instancia definitoria en donde se juega mucho más que un pretendido conflicto
entre ese grupo mafioso y el gobierno nacional y popular. Se trata de que
todos, aún los más poderosos, cumplan con la ley votada con todas las garantías
que ofrece la democracia.
Detrás del
argumento de que la libertad de expresión está en entredicho, el grupo pretende
mantener su situación de privilegio a partir de esa construcción monopólica
heredada de tiempos de la dictadura cívico militar y del menemismo.
Ese privilegio
fue el que le permitió embestir contra gobiernos democráticos, pero ser dócil
con las dictaduras a las que sirvió con lealtad y patriotismo. Allí están las
ediciones en las que ocultaban los crímenes de los represores, daban
informaciones falsas, ocultaban otras, manipulaban las noticias todo al
servicio del Terrorismo de Estado.
La dictadura
compensó a Clarín, La Nación y La Razón con la entrega de Papel Prensa que les
permitió controlar su producción y entrega a tal punto que muchos medios
gráficos del interior desaparecieron y otros debieron reducir la cantidad de
páginas para no sucumbir.
Esta fue una de
las expresiones más contundentes del accionar mafioso del grupo que hoy quiere
erigirse en defensor de aquella libertad y de la democracia que supone en
riesgo.
Cuenta con el
favor de nichos conservadores de la Justicia, con el apòyo de organizaciones
del exterior vinculadas a derechas reaccionarias (lo de la SIP es una muestra
cabal) y de corporaciones económicas con un poder nada despreciable.
Esto es lo que
tiene que enfrentar este gobierno. Parece una batalla desigual, pero no lo es,
porque, en definitiva, los logros que se han ido obteniendo hasta ahora fueron
producto de una dura confrontación con esos poderes fácticos, que detestan a
gobiernos que califican de "populistas" con ese desprecio típico de
las minorías que descreen del voto popular.
Pero hasta aquí
hemos llegado y lo conseguido no nos será arrebatado. Las leyes y medidas
inclusivas son una construcción colectiva. La ley de medios es una prueba cabal
de esa participación y no serán jueces corruptos los que impedirán su plena
aplicación.
La Corte
Suprema deberá asumir su rol institucional y dejar de producir fallos que
tienen doble interpretación. Por una vez sus integrantes digan lo que tienen
que decir con absoluta claridad, para que todos entendamos y no queden
resquicios por donde esos grupos ejecutan sus perversos designios.
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