HACIA
LA RECUPERACIÓN DEL FERROCARRIL
"El
ferrocarril dio a la sociedad humana un instrumento de circulación y de
tansporte de una velocidad y de una capacidad tan amplia, que alteró las
relaciones establecidas por los factores geográficos. Una línea férrea es hoy
tan importante para el comercio como una vía navegable. Las zonas mediterráneas
se acercaron al mar por la estrecha senda de los carriles paralelos. Las
estaciones ferroviarias crearon vida en torno con la misma fuerza progenitora
de un puerto de aguas mansas. Las clás vías marítimas se alteraron y
modificaron porque las cuenca ferroviarias volcaron a los nuevos puertos las
vírgenes riquezas de inmenas regiones que vivían apartadas del tráfico mundial
por la crencia o dificultad de las comunicaciones". (Raúl Scalabrini
Ortiz, Historia de los Ferrocarriles Argentinos).
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Nacionalización,
privatización, recuperación. Tres hitos en la historia de ese transporte. Los
tres protagonizados por el peronismo.
La
nacionalización durante el primer gobierno del gral. Perón en un acto de
soberanía nacional; la privatización y el desmembramiento del sistema a cargo
del presidente Carlos Menem y la lenta recuperación del servicio por parte del
gobierno de Cristina Fernández.
En
medio de todo este extenso período hubo planes destinados a poner fin a la
expansión de ese transporte (el plan Larkin) y avances furibundos de la
dictadura procesista contra el mismo a través del levantamiento de vías y el
despido de personal.
Eran
tiempos donde se nos decía que el ferrocarril perdía 1 millón de dls. diarios y
prestaba un servicio deficiente. Entonces, para qué nos servía?
Pero
ahora, la presidenta acaba de anunciar "la renovación ferroviaria más
importante de los últimos 50 o 60 años", con un plan que permitirá
reemplazar todos los vagones de las líneas Sarmiento y Mitre, y que incluirá la
compra de 409 unidades a la empresa china CSR.
Además,
firmó diversos acuerdos con intendentes del Conurbano para la realización de 32
nuevos pasos bajo nivel y la reapertura de nueve puentes peatonales.
La Presidenta destacó que "más de ocho millones de argentinos viajan
cotidianamente en estas formaciones", de las líneas Sarmiento y Mitre, que
unen el oeste y el norte del Gran Buenos Aires y la Capital Federal.
Recordó las obras iniciadas el año pasado por el Ministerio del Interior y
Transporte en lo que hace "al cambio de vías y señalización" en esas
líneas ferroviarias.
Sostuvo que la "renovación ferroviaria" va a permitir que haya
"mayor frecuencia de servicios", porque además apuntó que los trenes
que están funcionando serán reparados para añadirse al servicio renovados.
Dijo que se invertirá una suma de "4.900 millones de pesos entre nuevos
vagones y nuevos pasos a nivel".
La entrega de estas nuevas unidades, que contarán con televisión y aire
acondicionado se completará en 21 meses, adelantó.
La
recuperación del sistema ferroviario ha sido una demanda muy sentida en estos
últimos años. La tragedia de Once, ocurrida en febrero del año pasado, con 51
muertos activó la necesidad de tomar medidas estructurales con el propósito de
poner al ferrocarril en el centro de la escena desde el punto de vista del
transporte.
Pero
su destrucción, la forma en la que se lo devastó con la consiguiente pérdida de
un transporte económico y no contaminante de personas y mercaderías, además de
las cesantías de trabajadores ferroviarios, atravesó distintos gobiernos a
partir de 1958.
Por
eso resulta interesante ver la historia del ferrocarril no como una foto sino
como una película o sea, desde su nacionalización por el primer gobierno del
gral. Perón hasta la decisión ahora --en otro gobierno peronista-- de
restituirle el valor que supo tener y que fue en su momento, orgullo para todos
los argentinos.
En
ese largo trayecto de poco más de 60 años hubo una sistemática tarea de
demolición de ese transporte que tuvo sus tiempos de mayor intensidad durante
la última dictadura cívico militar y luego durante el gobierno peronista del ex
presidente Carlos Menem, aunque esto último resulte paradojal.
Durante
su período de máximo esplendor el sistema ferroviario argentino alcanzó los 47
mil kms. de vías, siendo el más grande de América Latina.
Durante
la presidencia de Arturo Frondizi se puso en práctica el llamado Plan Larkin a
instancias del Banco Mundial consistente en una larga serie de cancelaciones y
levantamiento de vías.
Preveía
abandonar el 32% de las vías férreas existentes, despedir a 70.000 empleados
ferroviarios, y reducir a
Si
bien el plan se suspendió por efecto de una recordada huelga ferroviaria de 42
días en 1961, dejaron de correr trenes en la casi totalidad del ex Ferrocarril
Provincial de Buenos Aires, ramales del ex Ferrocarril Patagónico, del
Ferrocarril Roca y demás.
La
huelga obligó a que las Fuerzas Armadas tomaran el control de los ferrocarriles
en esos días, para hacer funcionar algunos trenes.
Las
medidas tomadas en el marco del plan Larkin fueron acentuadas durante esa
dictadura.
En
un mensaje del 12 de marzo de 1981, el entonces ministro de Economía, José
Martínez de Hoz anunciaba la "racionalizacón o reorganización" del
sistema ferroviario que consistía en cierre de vías, estaciones y despidos de
personal.
El
funcionario dispuso la clausura o levantamiento de 10 mil kms. de vías de las
42.500 que existían, "una reducción de aproximadamente un 23%".
"Hemos
también clausurado mil de las 2.400 estaciones. Esto significa haberlas
reducido en un 42%", agregaba.
"En
cuanto al personal de la empresa de ferrocarriles ha disminuído de los 156 mil
que había al comienzo de nuestra gestión a 96 mil en la actualidad. Esto
implica una reducción de alrededor del 40%", decía.
En
cinco años habían sido cesanteados nada menos que 60 mil trabajadores del riel
y esto era exhibido como una muestra de eficientismo y no como la
materialización de un proyecto destinado a destruir ese transporte.
En
el período 76/80 se produjeron otras cancelaciones de servicios que abarcaron,
entre otros, los ramales Avellaneda-La Plata, La Plata-Pipinas, Laguna
Paiva-Deán Funes y Córdoba-Cruz del Eje.
El
gobierno constitucional del ex presidente Raúl Alfonsín, si bien mantuvo los
servicios en marcha, se vio condicionado por una situación económica adversa y
la empresa entró en un período de recesión que terminó con su privatización
total entre 1991 y 1993, como parte de las reformas neoliberales del entonces
presidente Carlos Saúl Menem cuya célebre frase "ramal que para, ramal que
cierra" significó el certificado de defunción del ferrocarril. Más de 600
pueblos quedaron incomunicados, estaciones vacías, talleres sin vida.
En 1991 Ferrocarriles Argentinos fue dividida, agrupándose los servicios de
pasajeros del área metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires en FEMESA a la
vez que se iban licitando las concesiones de las diferentes líneas y servicios.
Los servicios suburbanos de pasajeros fueron luego concesionados por FEMESA
respetando las líneas originales; en total, cuatro consorcios se hicieron cargo
de los siete ramales del conurbano bonaerense. Mientras tanto, FA seguía
operando los trenes de pasajeros de corta, media y larga distancia en un
esquema de emergencia, con horarios reducidos. El 10 de marzo de 1993 se
canceló la totalidad de los servicios interurbanos y larga distancia que
todavía prestaba Ferrocarriles Argentinos.
El resto de la red, fuera del Gran Buenos Aires, fue concesionada en un esquema
que, al igual que las otras concesiones, abarca tanto infraestructura como
material rodante y tractivo —vagones y locomotoras, respectivamente—. A nivel
nacional, sólo fueron concesionados a empresas privadas los servicios de carga,
incluyendo el material rodante para tal fin, mientras que el material existente
para el transporte de pasajeros fue asignado a las diferentes provincias para
que estas se encarguen de la corrida de trenes de pasajeros dentro de su
territorio, ya sea directamente o por concesión.
El desarrollo de las concesiones de los trenes de cargas tuvo fin en 1995.
Obviamente, con un resultado nefasto: quedaron miles de kilómetros de vías
inutilizables a raíz de que las empresas dejaron de ofrecer el servicio en
algunas estaciones. Además se redujo el personal, por lo cual hubo una ola
masiva de despidos.
La mayor parte del Ferrocarril Roca fue dado en concesión a Ferrosur Roca S.A.,
mientras que el San Martín quedó en manos de BAP S.A. (Buenos Aires al Pacífico
S.A.); gran parte del Sarmiento fue concesionada a FEPSA (FerroExpreso Pampeano
S.A.) y el Urquiza fue concesionado a Ferrocarril Mesopotámico S.A. Por su
parte, el Ferrocarril Mitre fue dado en concesión a la empresa Nuevo Central
Argentino. Sólo quedó en manos del Estado el servicio de cargas en el
Ferrocarril General Belgrano que luego de un intento infructuoso de privatización
continuó bajo su órbita con el nombre de Belgrano Cargas Sociedad Anónima
(BCSA). Durante 1999, la mayor parte de las acciones del Belgrano Cargas fue
transferida a la Unión Ferroviaria, uno de los principales sindicatos del
sector.
El
sindicato fue el que se hizo cargo del ferrocarril y de la red, mediante el
decreto 1037/99. Para esto, el Estado iba a aportar 250 millones de dólares en
el perfeccionamiento del llamado Belgrano Cargas S.A.
El Secretario General de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, se asoció con
Menem y el resultado de esta alianza llevó a la destrucción total del servicio.
Varios talleres, que quedaron abandonados, fueron totalmente saqueados. Muchos
de los vagones del Belgrano Cargas han sido encontrados en países vecinos: como
Brasil y Chile. Pedraza, al controlar el sindicato y la línea Belgrano,
estableció un monopolio sobre los trabajadores que desencadenó en huelgas y
despidos.
La mayoría de las concesiones que se entregaron eran a empresas vinculadas a
transportes del automotor y colectivos.
Esto
es historia, una historia que se escribió con jornadas épicas, luchas
memorables y canallescas claudicaciones para satisfacer el interés privado.
Tal
vez lo que vaya a hacer este gobierno en esta materia no satisfará a todos,
pero es un buen comienzo.
Por
qué no se hizo antes? Por qué hubo que esperar una tragedia? Dos preguntas que
en parte están respondidas en esta nota.
La
devastación fue tal, el abandono llegó a tal extremo que recuperar el servicio
demanda ingentes recursos económicos que desde 2003 no estuvieron disponibles.
En
ese año había gente que literalmente se moría de hambre, sin trabajo, sin
esperanza, sin que nada indicara que algo podía cambiar.
Hubo
que priorizar donde poner primero el dinero. Ahora parece que le llegó el turno
al ferrocarril. Bienvenido que así sea porque vamos a recuperar un servicio que
constituye en sí mismo un acto de valoración de nuestra soberanía territorial.
"La
nacionalización de los ferrocarriles extranjeros establecidos en la República
Argentina cierra un ciclo evolutivo de la organización nacional, da fin a un
período de independencia nominal y abre inconmensurables horizontes al destino
histórico de los argentinos" (Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de los
Ferrocarriles Argentinos).