martes, 16 de octubre de 2012

Evocando el 17 de octubre del `45




HOY MÁS QUE NUNCA...
 PERONISTAS


El 17 de octubre es la fecha fundacional del movimiento peronista. Se la conoce como el Día de la Lealtad porque marcó la relación indisolube de su líder, el Gral. Juan Perón, de la inmortal Evita con el pueblo.
Detenido el entonces coronel Perón y encerrado en la isla Martín García, ese pueblo intuyó que estaba ante una oportunidad histórica, irrepetible, para salir del ostracismo que le había impuesto la oligarquía, vulnerando sus derechos humanos más elementales, sometiéndolo a condiciones indignas de explotación laboral y sumisión social.
Y entonces, salió a las calles, como el agua que sale de cauce y avanza en forma turbulenta, a reclamar la libertad de quien se iba a convertir en la figura política más trascendente del siglo XX.
Cientos de miles de argentinos, que permanecían invisibles, sumidos en la desesperanza, sin futuro, apabullados por el poder de los dominadores de la Argentina, se abalanzaron a la plaza de Mayo para reclamar a viva voz la libertad de Perón, con total espontaneísmo, sin una articulación previa, sin una convocatoria preconcebida. Venían de las fábricas y talleres, de los frigoríficos ubicados en el conurbano, con sus ropas manchadas con grasa y aceite pero firmemente decididos a ser protagonistas de un nuevo tiempo que, olfateaban, estaba al alcance de la mano.
El grito de "Queremos a Perón" comenzó a escucharse de una forma estruendosa, como un poderoso trueno libertario. No podía ignorarse ese alarido popular y entonces los militares ordenaron que Perón fuera liberado.
Por la noche de ese 17 de octubre, Perón salió al balcón, a su balcón, y comenzó la relación más maravillosa que se puede dar en la política fundada en la LEALTAD, ese sentimiento inquebrantable entre el conductor del movimiento y sus descamisados, sus cabecitas negras.
En esta nota queremos reproducir párrafos de textos que figuran en una compilación efectuada por el notable escritor y pensador argentino Fermín Chávez sobre "La Jornada del 17 de Octubre".

Integraba la sociedad aristocrática, que despreciaba a la chusma, detentadora de esa identidad que le era propia, que no quería compartir. La poeta, narradora y ensayista porteña Delfina Bunge de Gálvez decía, refiriéndose a esa jornada: "Pues he aquí que estas turbas se presentaban a nuestros ojos como trocadas por una milagrosa transformación. Su aspecto era bonachón y tranquilo. No había caras hostiles ni puños levantados, como los vimos hace pocos años. Y más aún nos sorprendieron sus gritos y estribillos: no se pedía la cabeza de nadie. Hablamos en términos generales (...) No dominan en esta reunión los "mueras" ni los "abajo" (...) Es este hecho insólito que a todos nos ha dejado atónitos aunque difieran las impresiones y conclusiones que cada uno saque de él: el hecho de la muchedumbre de trabajadores reunidos en actitud de paz y con fines pacíficos y hasta no sé si me será permitido decirlo, el ejemplo magnífico que con esta actitud ha dado ese pueblo a manifestantes anteriores". (El Pueblo, 25/10/45).

Correntino, ensayista y pensador argentino y poeta. Entre sus obras está "El hombre que está solo y espera". Se trata de Raúl Scalabrini Ortiz que definió de manera maravillosa esa gesta, con una descripción conmovedora de esa enorme masa que se movilizaba para rescatar a su líder.. Decía el autor de Política Británica en el Río de la Plata: "El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina porque acudían directamente de sus fábricas y talleres (...) Frente a mis ojos desfilaban rostos atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubieras de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir (...) Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman la épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substracto de nueva idiosincracia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad de reatos y sin disimulos" (En Hechos e Ideas, feb `46).

Fue un antiperonista visceral. En este breve reportaje que reprodujo la revista Dinamis de oct. `72, Jorge Luis Borges se definía así respecto al peronismo:
JLB: Por qué asunto viene?
Dinamis: Quisiéramos que hiciera una declaración sobre el 17 de octubre...
JLB: De qué 17 de octubre?
Dinamis: Del 17 de octubre de 1945.
JLB (pensativo): Cómo, ese día de los peronistas?
Dinamis: Sí.
JLB: No, caramba, de eso no hablo.
Dinamis: Por qué?
JLB: Cómo por qué? Usted no se acuerda porque por la voz me doy cuenta que es muy joven, pero usted no sabe lo que fue eso, horrible. Algo tremendo. (Aparece la secretaria, le da el brazo y Borges se retira indignado. La señorita Santillán, que colabora con el director de la Biblioteca, refuerza: "Le dijimos que sobre esas cosas no quiere hablar porque se pone nervioso. También ustedes los periodistas preguntan cada cosa!!".
JLB: (desde lejos) Como en el truco, cerramos".

Leopoldo Marechal, otro de nuestros grandes literatos que escribió, entre otras obras, Adán Buenosayres, porteño, poeta, novelista, dramaturgo y ensayista así evocaba en
Palabras con Leopoldo Marechal por Alfredo Andrés, 1968 esa fecha: "Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la plaza de Mayo. Ví, reconocí y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina "invisible" que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista".

Ramón Prieto, gallego, novelista, ensayista y periodista, escribía: "Cuando el coronel Perón apareció en el balcón de la Casa de Gobierno un rugido de triunfo subió a los cielos. Más de 200 mil pañuelos, oscurecidos y enoblecidos por el suro que restañaron en las marchas de aquellos días de fiebre, saludaron a Perón (...) Y tras la consigna "de casa al trabajo y del trabajo a casa", la plaza quedó desierta. Pero la imagen de la República que mira a la Casa Rosada reverberaba con una luz que raramente la envolvió con anterioridad" (Treinta años de vida Argentina, 1945/75, Bs. As. 1977).

El escritor y periodista Arturo Jauretche, autor del Manual de Zonceras Argentinas decía que ese día "más que representar la victoria de una clase es la presencia del nuevo país con su vanguardia más combatiente y que más pronto tomó contacto con la realidad propia".
Fue uno de nuestros más preclaros historiadores revisionistas, además de catedrático, autor de numerosas obras como La Caída de Rosas, Rivadavia y el imperialismo financiero y su Historia Argentina que comenzó a desmitificar la "historia oficial" del mitrismo. Precisamente en el volumen XIII (1980) decía: "Nadie preparó el 17 de octubre, nadie lo ordenó, nadie lo "planificó" (para usar una palabra grata a los que no creen en las conmociones sociales, sin planes cuidadosamente estudiados). Fue espontáneo. Nadie lo hizo, porque lo hicieron todos. Fue ese ser anónimo que es el pueblo, que se mueve por emociones y no por razonamientos ni conveniencias. Que pocos estudiosos de sociología consiguen explicar y muy pocos actores de la política atinan a interpretar".

En 1958, Ernesto Sábato el de Sobre Héroes y Tumbas y El Túnel, novelista y ensayista ponía de relieve que nunca hay historia sin líderes. Decía entonces: "Personalmente, no tengo simpatía por Perón (...) Lo cierto es que aquellas masas eran multitudes que habían sido sistemáticamente escarnecidas y apaleadas, que ni siquiera eran gente, que no eran personas (...) Pues bien, esa multitud de parias había encontrado a un conductor, un líder que había sabido moverlas, que había sabido despertar su amor. Nada malo veo en esta existencia de un líder (...) Nunca ha habido, por otra parte, historia sin líderes".

Pocos hombres han iluminado el pensamiento nacional como Juan José Hernández Arregui. Autor de Imperialismo y Cultura, La formación de la conciencia nacional que apuntó a rescatar la "voluntad política de la clase obrera".
En Imperialismo y Cultura (1957) decía que "Esas masas, decepcionadas del socialismo, ajeno a la realidad nacional, del radicalismo en plena descomposición histórica despues de la muerte de su gran caudillo Hipólito Yrigoyen y del comunismo, cuyas consignas nunca entroncaron con demandas opulares del país, carecían de compromisos. El 17 de octubre no solo fue una lección histórica para las fuerzas del antiguo orden sino la gigantesca voluntad política de la clase obrera. Su adhesión a un jefe no se fundó en artes demagógicas sino en las condiciones históricas maduras que rompían con las antiguas relaciones económicas del régimen de la producción agropecuaria, que superaban los programas de los partidos pequeños burgueses de centro izquierda".
En este contexto, la UCR, por su parte, era incapaz de advertir lo que se estaba gestando y señalaba que esa fecha "fue preparado por la Policía Federal y la Oficina de Trabajo y Previsión convertida en una gran máquina de propaganda tipo fascista".

A su vez, el dirigente conservador Emilio Hardoy consideraba que "había dos países en octubre de 1945: el país elegante y simpático, con sus intelectuales y su sociedad distinguida sustentada en su clientela "romana" y el país de la "corte de los milagros" que mostró entonces toda su rabia y toda su fuerza (...) Desde luego, el odio no es el único ingrediente del peronismo, pero es el fundamental, el cemento que aglutinó a las masas en torno a Perón". Una visión profundamente reaccionaria, que despreciaba lo que luego Sanmartino había definido como el "aluvión zoológico".
La embajada de EE.UU. ya anticipaba de que modo iba a intervenir en la etapa previa a la elección del `46 respaldando a la llamada Unión Democrática, ese rejunte de partidos políticos que confrontaron con Perón y que aceptaron, con una actitud de sometimiento indigna, esa intromisión externa.
Decía que "es impresión generalizada que, a menos que la oposición reaccione rápidamente, el apoyo popular a Perón crecerá como una bola de nieve permitiéndole competir electoralmente como candidato del pueblo, con mejores posibilidades de las que se le asignaban hasta ahora (...) Esto ha fortalecido la posibilidad de formación de un bloque de dictaduras en América del Sur, amigo de Rusia y hostil hacia los EE.UU.".--

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