LA COMPLICIDAD MEDIÁTICA
CON LA
DICTADURA
Miércoles 24 de
marzo de 1976. El diario "La Nación" titulaba su edición de la
siguiente manera: "Las Fuerzas Armadas asumen el poder; detúvose a la
Presidente".
Por su parte el
diario "Clarín" con una tipografía descomunal decía "Nuevo
gobierno". En otro título señalaba: "Calabró (gobernador de Buenos
Aires) entregó la gobernación".
Al día
siguiente, el diario de los Mitre encabezaba su portada con el siguiente
título: "Asumieron el gobierno los tres comandantes generales". En
una bajada informaba: "Disolvióse el Parlamento; remoción de la Corte
Suprema; prohíbese la acción política y gremial; oportunamente se nombrará
presidente".
En un editorial
sostenía que "...la primera condición es que se afiance en las Fuerzas
Armadas la cohesión con la cual han actuado hasta aquí. Hay un país que tiene
valiosas reservas de confianza, pero también hay un terrorismo que
acecha".
Dos días
despues del golpe, el "gran diario argentino" informaba que "La
Junta es el órgano supremo del Estado". Una volanta anticipaba que
"Será presidente un alto jefe militar". Un día antes, en un
editorial, afirmaba que "Se abre una nueva etapa, con renacidas
esperanzas".
Por cierto,
toda la información estaba sometida a una estricta censura impuesta a los
medios de prensa en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional. No hubo
reparos, ni enojos, ni reclamos ni de esos medios ni de las organizaciones que
agrupan a las patronales mediáticas.
Aquellos
diarios, en particular, se convirtieron en el sostén ideológico y
comunicacional de la barbarie desatada por las fuerzas de la represión durante
la dictadura cívico militar. No estuvieron solos. La Editorial Atlántida, el
diario "La Nueva Provincia" de Bahía Blanca, entre muchos otros,
también fueron encubridores de los atropellos cometidos por el Terrorismo de
Estado.
Esta
introducción viene a cuento del rol que cumplieron ambos diarios en aquella
etapa. Fueron funcionales a los propósitos del régimen de facto. Manipularon,
ocultaron información, mintieron sobre lo que ocurría en nuestro país.
Los asesinatos
de miembros de la guerrilla o de militantes sociales y/o políticos eran
convertidos en "enfrentamientos" de fuerzas militares o de seguridad
con la llamada subversión.
Esos medios aún
deben responder ante la sociedad por su comportamiento durante la dictadura.
Jamás hicieron una autocrítica y, por el contrario, señalan, cual fiscales de
una República, quienes son buenos y malos y que cosas deben hacer los gobiernos
constitucionales para no malquistarse con los grupos concentrados de la
economía.
Ninguno de los
diarios mencionaron que ese gobierno se trataba de uno de facto, de una
dictadura criminal. Era un "Nuevo gobierno", como decía
"Clarín" que venía a reemplazar por la violencia a un gobierno
constitucional en un país que había tenido experiencias anteriores tan
traumáticas.
Por eso provoca
indignación que ahora se hable de que el gobierno que preside Cristina
Fernández intenta restringir o trabar la vigencia de la libertad de expresión,
libertad que en absoluto está en entredicho en nuestro país. Cualquiera puede
decir o escribir lo que desee porque esto está internalizado por el conjunto de
la sociedad. Esa libertad --como cualquier otra-- no es una concesión divina,
una dádiva de un gobierno; es una necesidad implícita de cualquier sociedad
democrática.
Cierto que
"Clarín", en el `76, no era lo que es hoy, no se había transformado
en el enorme monopolio en que se convirtió pero no por un pase de magia.
La dictadura
militar --de algún modo para retribuir aquel apoyo-- favoreció a ambos
matutinos --y también a "La Razón"-- con la entrega de la empresa
Papel Prensa apropiada mediante torturas a sus legítimos propietarios.
Posteriormente,
durante el menemismo, se modificó el artículo 45 de la ley de la dictadura que
permitió que los titulares de medios gráficos pudieran acceder a la compra de
medios audiovisuales que, hasta entonces, estaba vedada. A esto es sumó la
entrega, a precio vil, de Canal 13 al grupo multimediático.
Estos datos
comprobables nos permiten conocer la índole perversa del enemigo. Porque estos
medios son enemigos de los procesos democráticos, máxime si éstos producen
transformaciones, ampliación de derechos, inclusión social.
Como bien dijo
la presidenta, estamos librando una batalla cultural entre quienes quieren un
país mejor y quienes añoran el modelo neoliberal, con sus políticas de
exclusión, desempleo y precarización laboral.
Los medios
dominantes y cierta oposición que sigue a pie juntillas la agenda de aquellos
intentan instalar que el gobierno pretende violar la Constitución, someter a la
justicia, poner en riesgo la institucionalidad, cercenar las libertades
públicas y entre ellas, la de expresión. Quieren que asumamos que esta es una
DICTADURA, un régimen autoritario, autocrático, negador de los derechos
civiles.
Es una construcción
falaz, que no tiene anclaje con lo que realmente pasa, pero que quieren
inocular, cual veneno, en la mente de muchos desprevenidos que replican esos
argumentos sin pensamiento crítico, como autómatas. No razonan; se prestan a
manipulaciones mediáticas sin que tengan idea de lo que está en juego.
Este gobierno
tiene flancos débiles, deudas pendientes, cuestiones que no ha resuelto, pero
innegablemente ha tomado medidas que han tenido profundas implicancias
sociales, políticas y económicas. Ha sido consistente con un ideario, pero
basada en la premisa de más empleo, más producción, más consumo.
Por eso es que
el Grupo Clarín se empeña en desconocer la ley de medios votada por mayorías en
el Congreso. Sólo defiende un mero interés patrimonial porque no ha logrado
probar que esté en riesgo la libertad de expresión.
El Grupo ahora
sabe que tiene que confrontar con un gobierno que tiene legitimidad de origen y
que, por esa razón, debe acatar la ley porque no puede estar fuera de ella o,
lo que es peor, ignorarla olímpicamente.
Ese grupo
empresario no puede estar por encima de las instituciones de la República.
Cuando los opositores, mansos, serviles, se apropian de los argumentos del
monopolio acrecientan su desprestigio; son vistos como repetidores de consignas
destituyentes.
Creen, acaso,
que promover la desestabilización de este gobierno traerá más
institucionalidad, mejor gobernabilidad? Si lo creen, son demasiado ingenuos.
Las corporaciones económicas terminarán diciendo que se hace y como se hace a
un títere que ellas pondrán para que les garanticen sus privilegios.
Pero debe
tenerse en cuenta que aquí hay un pueblo decidido a defender este proyecto y un
Congreso que tiene mayoría del oficialismo. Ambos se interpondrán a cualquier
aventura golpista.
El 7D el
monopolio del Grupo Clarín ha de llegar a su fin porque esta es la decisión
irrevocable de la presidenta Cristina Fernández.--
No hay comentarios:
Publicar un comentario